sábado, 25 de octubre de 2008

Corruccion

Cuando los recursos destinados a servicios y prestaciones comunitarias se desvían al bolsillo privado de alguien que está en una situación de poder, se pone en juego algo más que la moral. En estas series de adiestramiento, no hacemos juicios de valor sobre lo que está bien o mal. Lo que pretendemos es insistir en que éste es uno de los factores más importantes de la pobreza. La cantidad robada al público, recibida y disfrutada por un particular, es mucho menor que la disminución de la riqueza pública que este hecho genera. .. La suma de dinero malversada o expoliada no corresponde a la disminución de riqueza de la comunidad. Los economistas nos hablan del «efecto multiplicador». Cuando se invierte nueva riqueza, el efecto positivo sobre la economía es mayor que la cantidad creada. Cuando se pone fuera de la circulación dinero para inversiones, la parte de riqueza de la que se priva a la comunidad es mayor que la cantidad de dinero que gana el malversador. Cuando un funcionario acepta un soborno de 100 dólares, la inversión social disminuye hasta 400 dólares de la riqueza de la sociedad.

Es irónico lo indignados que nos sentimos cuando un ratero roba algo de 10 dólares en un mercado, cuando un funcionario puede robar miles del erario público, lo que cuadruplica el daño que se hace al conjunto de la sociedad, y no le castigamos.
Respetamos al segundo ladrón por su aparente riqueza, y elogiamos su forma de ayudar a su familia y vecinos.
Por contra, hace falta la policía para proteger al primer ladrón de ser golpeado por la gente en la calle. ...
El funcionario corrupto es un factor importante de pobreza, mientras que el ratero puede muy bien ser una víctima de esa misma pobreza que causa el funcionario.
Nuestra actitud (que se describe en el párrafo de la izquierda) es más que paradójica, es un factor que perpetúa la pobreza.

Si recompensamos al que causa el daño mayor, y sólo castigamos a los que en realidad son víctimas, nuestra forma de actuar desacertada contribuye a la pobreza. Cuando el dinero producto de la malversación se saca del país y se coloca en un banco extranjero (en Suiza, por ejemplo) no contribuye en absoluto a la economía nacional, sólo ayuda al país en el que está ese banco.

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